Recopilación y selección: Héctor José Iaconis.
Este año, 2025, se cumplieron 120 años de la imposición del nombre de Coronel Lagos a la calle de la ciudad que, en la actualidad, aun lo conserva. También, transcurrieron 150 años del primer campeonato de tiro efectuado en la República Argentina que tuvo lugar en 9 de Julio. Ambas efemérides están ligadas a la figura de Hilario Lagos.
El 27 de febrero de 1905, el Concejo Deliberante de 9 de Julio trató un proyecto de ordenanza enviado por el Departamento Ejecutivo por medio del cual proponía “la nomenclatura de algunas calles nuevas que han sido habilitadas por la subdivisión de las quintas números 4, 5, 21 y 41”. Se trataba, en efecto, de seis calles, una de las cuales fue denominada “Coronel Lagos”.
Por entonces, desempeñaba las funciones de intendente municipal de 9 de Julio, Nicolás L. Robbio. Aquella sesión fue presidida por Vicente P. Puyade y asistieron los ediles Juan Gougy, Tomás Sheridan, Gregorio Illescas, Francisco Avansini y Juan Duarte (padre de Eva Perón). Los concejales aprobaron favorablemente la disposición sugerida por el intendente municipal. Por aquellos años, los integrantes del Concejo Deliberante, sujetos bajo la influencia política de Robbio, solían aprobar sus requerimientos sin mayores análisis y debates, salvo excepciones.
Tras la comunicación respectiva enviada desde el Concejo al Departamento Ejecutivo, la ordenanza entró en vigor y la calle Coronel Lagos recibió formalmente el nombre que aún ostenta.

BREVE NOTICIA BIOGRAFICA
Hilario Lagos había nacido en Pergamino el 7 de noviembre de 1840, siendo sus padres el general Hilario Lagos y Toribia de la Fuente.
Cursó sus primeros estudios en el Instituto Filantrópico Bonaerense y, contado trece años de edad, ingresó al Colegio del Uruguay, donde adquirió las primeras nociones de la formación militar.
Hacia 1856 ingresó en el ejército de la Confederación, en calidad de sargento distinguido. Al año siguiente, fue destinado al Regimiento “19 de Mayo”, guarnecido en San José del Uruguay. En 1859, marchó a Mendoza y a San Juan, recibiendo la jerarquía de capitán graduado el 4 de abril de 1860.
Participó en las batallas de Cepeda y Arroyo del Medio y prestó servicios en la Inspección General del Ejército y Comandancia de la Armada, con asiento en Paraná.
En 1861, formó parte de las fuerzas que emprendieron la campaña en Córdoba al mando del presidente de la Confederación, Santiago Derqui. De regreso, actuó en la batalla de Pavón, el 17 de septiembre de 1861, bajo las órdenes del general José María Francia.
En 1862 participó en la campaña del interior como ayudante de campo del general Wenceslao Paunero, y en 1863 pasó a la Frontera Norte de Santa Fe, al mando del general Conesa. Luchó contra fuerzas montoneras en 1865 en La Carlota, Pastos Altos y Las Liebres.
En la guerra del Paraguay sólo actuó unos dos a tres meses, en 1866, como ayudante del general Mitre. Este, en una certificación de aquellos servicios que le extendió a Lagos el 15 de septiembre de 1891, dice: «desempeñando sus deberes con honor y que en seguida pasó a formar parte de la División desprendida de dicho Ejército para atender a la pacificación del interior, concurriendo así, en otro teatro de guerra, al éxito de la campaña en que estaba empeñada la República». Por esta participación, el coronel Lagos recibió el 25 de octubre de 1894 la medalla de oro por la terminación de la guerra
En agosto de 1868, se lo destinó a guarnecer la Frontera Sur de Córdoba, y en 1872, la Frontera Norte de Buenos Aires. Prestó servicios en la Frontera Oeste, como jefe de la misma, pudiéndose vincular entonces con los vecinos del pueblo de 9 de Julio (sobre este aspecto, nos ocupares en una próxima nota). Entre julio y septiembre de 1872 fue jefe del Regimiento 5° de Caballería de Línea.
En 1878 fue designado jefe de las fuerzas militares puestas a las órdenes del Interventor Nacional en Corrientes y, en 1879, participó en la campaña al Desierto emprendida por Roca.
Fue legislador en dos ocasiones, como diputado nacional por Buenos Aires. Antes de ser elegido en la primera ocasión, «deseando hacer uso de sus derechos de ciudadano, de acuerdo a los derechos que la Constitución acuerda a todo argentino» (oficio del 13 de febrero de 1880), pidió su baja al Ejército y se incorporó a la lucha política.
En junio de 1880, se incorporó a las fuerzas revolucionarias como jefe de la defensa de la Capital, dirigiendo los combates de San José de Flores y Corrales.
Estando dado de baja del Ejército, en 1883, el Senado prestó acuerdo para reincorporarlo junto con otros jefes y oficiales comprometidos en la Revolución de 1880. Fue nombrado en 1886, Inspector de las fronteras de Salta y Jujuy.
El 13 de julio de 1888 se hizo cargo de su función como Director del Banco de la Provincia de Buenos Aires. En 1892, se lo designó miembro de la Comisión inspectora del Colegio Militar, último cargo que sirvió en el ejército.
Falleció en Buenos Aires, el 27 de noviembre de 1895.
También lleva su nombre una estación ferroviaria y una localidad ubicada en el Departamento de Chapaleufú, en la Provincia de La Pampa.
UNA CALLE
Cuando, el 27 de febrero de 1905, el Concejo Deliberante de 9 de Julio impuso el nombre del coronel Hilario Lagos a una calle del pueblo, el recuerdo de su figura todavía estaba vigente entre los pobladores. Habían transcurrido apenas una treintena de años y, al menos los vecinos más añosos, recordaban su paso por estas tierras cuando 9 de Julio era aún un pueblo de frontera, cercano a la guarnición militar establecida en el Fuerte “General Paz” (este pertenecía, entonces, a la jurisdicción del Cuartel III del Partido de 9 de Julio).
El propio Nicolás L. Robbio, intendente municipal de 9 de Julio en 1905, promotor de ese homenaje a Lagos, lo había tratado; en el contexto de esa relación, a veces tensa, entre los oficiales militares de frontera y las autoridades civiles de las municipalidades de campaña. Más aún, también vivía en el pueblo uno de sus camaradas de armas, el teniente coronel Santos Plazas, ya anciano, en su casa de calle Libertad casi Buenos Aires (hoy avenida San Martín).
EN LA FRONTERA OESTE Y EN 9 DE JULIO
Hacia 1872, Lagos, con algunas alternancias, comenzó a revistar en la Frontera del Oeste. A partir del 4 de julio de 1872 ejerció el comando de la Frontera Oeste de Buenos Aires, con retención del mando del Regimiento 5° de Caballería, cargo aquel que recibió del coronel Levalle, en Fuerte “General Paz”.
Como señalamos antes, si bien la comunicación de coronel Lagos con la autoridad civil del pueblo de 9 de Julio fue fluida, no siempre esta relación estaba libre de tensiones e inquietudes. El 3 de septiembre de 1872, Lagos avisó al juez de Paz de 9 de Julio, Enrique Bouquet que se temía que, desde el sur, arribara un ataque de aborígenes liderados por Calfucurá. Pocos días después reiteró el aviso. La invasión, efectivamente, se produjo el día 19 de ese mes y aquellas lanzas fueron capitaneadas por el valeroso cacique Namuncurá, siendo uno de sus objetivos la tribu de Coliqueo y algunos establecimientos rurales del Partido.
En una nota del 23 de septiembre de 1872, que envió al ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, el juez de Paz de 9 de Julio se quejaba de la poca acción de las fuerzas al mando de Lagos, para sofocar el ataque. Por el contrario, elogiaba el desempeño del comandante Garmedia, manifestando una evidente predilección por el segundo.
Probablemente, el temperamento de Lagos tampoco haya favorecido la relación con los “indios amigos” que vivía cerca de 9 de Julio, particularmente en la Tapera de Díaz. El 23 de octubre de 1873, en una carta dirigida al juez de Paz de 9 de Julio, Juan Esteban Trejo, el cacique Coliqueo se quejaba de los atropellos que recibía de parte del coronel Lagos.
“El proceder escandaloso de ese jefe de Fronteras que viene buscando el caudillaje de una tribu amiga…”, aseguraba el líder de los indígenas amigos.

En septiembre de 1874, los partidarios del general Mitre, que era candidato a la presidencia, denunciaron que el resultado de los comicios que había otorgado el triunfo a Nicolás Avellaneda era producto del fraude. Iniciaron un levantamiento armado que habrá de concluir en noviembre con la derrota de las fuerza de Mitre en la batalla de La Verde, en los campos ubicados cerca de la localidad de Del Valle, Partido de 25 de Mayo.
Apenas iniciado el movimiento de las fuerzas revolucionarias en 9 de Julio, Lagos se enfrentó con ellas en el paraje “El Socabón” y en “Pozo Pampa”. Como jefe de vanguardia del ejército del Oeste, comandado por coronel Luis María Campos, combatió en los encuentros parciales de Las Flores, Paso del Gualicho, Chacarí, Olavarría y Blanca Chica. Se enfrentó, asimismo, al cacique Cipriano Catriel, con 2000 lanzas de pelea, incorporado a las fuerzas revolucionarias. Seguidamente, pasó a dirigir el del Ejército del Sur, a las órdenes del coronel Julio Campos, sofocando las sublevaciones en Junín, donde hubo capitulado el general Mitre.
Por haber contribuido a apagar el levantamiento “mitrista”, Hilario Lagos, fue ascendido a coronel “en el campo de batalla”, el 2 de diciembre de 1874.
Cabe recordar que, en los últimos años, Lagos había manifestado su interés de alejarse de la comandancia de fronteras. Había presentado sucesivas cartas de renuncia, el 17 de octubre de 1875 y el 10 de enero del año siguiente. Esta última, por su carácter de indeclinable, le fue aceptada por el presidente Avellaneda el 16 del mismo mes.
Prosiguió en el Fuerte “General Paz” como jefe del Regimiento 2° de Caballería, desde 7 de marzo de 1876. Sin embargo, su estancia en la Frontera será por poco tiempo pues, en mayo del mismo año, se le autorizó para permanecer temporalmente en Buenos Aires.
Lagos fue uno de los tantos jefes militares masones que vivieron en el Fuerte “General Paz”. Lagos se había iniciado en la masonería en la Logia “Tolerancia” No. 4, el 18 de abril de 1872.
En su libro Croquis y siluetas militares. Escenas contemporáneas de nuestros campamentos, Eduardo Gutiérrez se ocupa con profusión de la participación del coronel Lagos en la Frontera del Oeste, cuando la comandancia se hallaba instalada en el Fuerte “General Paz”.
“Pocos militares -decía Gutiérrez- tan dignos y tan leales, tan bravos y tan abnegados, como Hilario Lagos… Jefe experto, no hay dificultad ni peligro capaz de arredrarlo ó doblegar su carácter de rara firmeza y de excesiva nobleza. Sereno, sereno y tranquilo en el combate, él acude á todos los puntos, tomando sobre el terreno las prudentes medidas que son del caso, condiciones que le han hecho hacer una figura brillante siempre que ha mandado en jefe”.
“Humilde y generoso – prosigue- ha salido siempre de los primeros á ocupar su puesto de peligro, volviendo al silencio del hogar cuando aquél ha pasado y la patria no ha necesitado más el servicio de los buenos. En el cuartel como en el hogar, en la sala como en la calle, de lejos ó de cerca, en el combate como en la fiesta, siempre es el mismo hombre, igualmente bueno, igualmente digno y generoso, sin que los reveses de la suerte y los contrastes de la vida, dolorosos muchas veces, hayan logrado quebrar la altivez legitima y noble de su carácter. Como jefe, en el servicio y fuera de él, ha sido siempre el mejor amigo de sus subalternos, quienes jamás encontraron cerrada su puerta para pedir una justa reparación. Magnánimo y bueno, fue siempre enemigo de los castigos brutales aplicados á la tropa, que tuvo siempre en él un protector y un padre”.
Con tan excedido ensalzamiento lo describía estando aún con vida el personaje. Y al comenzar a trazar esta semblanza de su persona, lo definía como “una lámina de acero, que no hay fuerza capaz de torcer”. Probablemente, ello se ajuste un poco más a la verdad y se corresponda con la opinión que tenía de él quien había sido su jefe, el general Campos: «es muy susceptible y difícil de ser mandado”.
EL CONCURSO
La realización del primer campeonato de tiro del país, según lo refiere José Viale Avellaneda (1883-1928), tuvo lugar en 9 de Julio. En este acontecimiento tuvo gravitación el jefe de la Frontera Oeste, Hilario Lagos quien incentivó a la colectividad británica instalada en 9 de Julio a practicar tiro y organizar este campeonato memorable.
Reconocido periodista, nieto del presidente Nicolas Avellaneda, fallecido todavía joven el 13 de agosto de 1928, poseyó en el diario “La Nación” una columna en la cual publicada sabrosas crónicas sobre el pasado porteño o las costumbres del país de antaño.
Entusiasta de las competencias hípicas, Viale Avellaneda escribió un excelente y documentado ensayo sobre el turf y, en la misma línea, se ocupó de otros deportes, entre ellos del tiro.
Precisamente, en “La Nación”, el 19 de abril de 1925, publicó un artículo sobre “Los comienzos del tiro”, donde evoca aquel primer campeonato. A continuación insertaremos las atractivas referencias que ofrece el citado autor.
Al crearse el Partido de 9 de Julio en 1863, y establecerse la línea de Fronteras del Oeste, esos magníficos campos, en diez leguas a la redonda, fueron poblados por varios británicos.
En 1874 fue formado el Club de Steeplechase de 9 de Julio ocupando los cargos de presidente, vicepresidente y secretario, respectivamente, F. R. St.John, Federico Fletcher y W. E. Darbyshire.
El Club obtuvo de la Municipalidad un terreno de 48 cuadras, ubicado un lugar conveniente y no muy distante del pueblo. Se trazó una pista circular de 16 cuadras, la cual se dividió en tres canchas; la interior para el «steeplechase», la de afuera para las carreras de vallas y la del medio para las carreras a pie.
Estaban tan bien separadas unas de otras con una línea de banderas que era difícil pasar a otra, aún para los que por primera vez corrían en ellas. En todo el tiempo que funcionó esta pista nunca se anotó una equivocación.
Próximo al lugar de llegada se levantó una amplia tribuna con comodidad para trescientos espectadores.
Esta asociación, posiblemente con el propósito de que las habitantes vieran un conocimiento preciso de las armas de fuego, tan necesarias en esos parajes amenazados constantemente por los malones indígenas, al inaugurar su circo de carreras organizó un campeonato de tiro, que dada su reglamentación, la fiscalización bajo la cual se disputó, el número de competidores que intervinieron y la importancia de los premios asignados a los vencedores, puede considerarse como el primero y más importante de los concursos verificados hasta ese momento en la República.
El 16 de abril de 1875, fue el día designado para su inauguración y la primera parte del programa la constituía un campeonato de tiro. La tribuna había sido adornada con ramas de árboles y los colores de las banderas de todas las naciones formaban pabellón a la argentina.-
La banda del Regimiento 7, destacada en esos parajes y gentilmente cedida por su Jefe, el coronel Lagos, contribuía a animar el ambiente. Un conjunto de damas de las estancias vecinas luciendo vistosas prendas ocupaba los tramos de la tribuna, que presentaba un admirable golpe de vista.
El primer tramo de la tribuna se había dispuesto para que los competidores del concurso de tiro hicieran sus disparos.
Con un premio denominado “Nueve de Julio” en dinero efectivo de 750 pesos, a una distancia de 100 yardas y un máximum de 28 puntos, con una entrada de 50 pesos, seis competidores se presentaron a disputarlo, con el siguiente resultado: 1°) Federico Fletcher; 2°) R. Hammond y 3°) A. Darbyshire.
El segundo concurso fue el más importante de todos. El premio consistía en un rifle «Express» donado por St. John . La entrada era de 100 pesos, con un máximum de 30 puntos en cinco tiros a 100 yardas. Intervinieron 24 competidores, todos ellos muy expertos, obteniendo una brillante victoria el coronel Hilario Lagos, que se anotó a su favor 29 puntos.
Al conocerse los tiros marcados por el coronel Lagos la concurrencia lo saludó con grandes aplausos y hurras.-
Muy interesante resultó el tercer concurso por la novedad con que había sido concertado. A una distancia de 100 yardas y en el término de un minuto y medio, era necesario marcar el mayor número de puntos para adjudicarse un premio de 750 pesos. La entrada era de 25 pesos y en el mismo intervinieron seis competidores.
Verificada la prueba se computaron a Anastasio Prieto 10 puntos en 8 tiros, y al M. González igual número de puntos en 9 tiros. Efectuado el desempate se clasificó primero González con 15 puntos en 9 tiros. Su rival, en igual número de tiros, sólo marcó 8 puntos.
En este evento también se disputó un concurso de revólver, abierto a todo tirador a una distancia de 25 yardas, debiendo hacerse cinco disparos, con un máximum de 20 puntos, por un premio de 500 pesos y una entrada de 25 pesos. Las armas que se emplearan podían pertenecer a cualquier marca. Anastasio Prieto y Federico Fletcher se clasificaron primeros con 13 puntos cada uno. En el desempate, terminó ganando Fletcher; sin embargo, el premio le fue adjudicado a Prieto, pues existía una cláusula en el reglamento por la cual ningún competidor podía adjudicarse más de un premio y Fletcher se encontraba dentro de esa condición por haber ganado el premio “Nueve de Julio”.
El campeonato concluyó con el «Consolation Stakes» con un premio de 500 pesos y una entrada de 25. Se trataba de cinco tiros en una distancia de 50 yardas y un máximum de 20 puntos, en el que tomaron parte 9 competidores, obteniendo el premio D. Mariano F. Bisus que se anotó 17.
Así terminó el concurso de tiro, con resultados satisfactorios, especialmente para los caballeros criollos, quienes triunfaron en una bue na proporción de las pruebas, y que a juzgar por sus manifestaciones salieron muy satisfechos del nuevo entretenimiento.
Fletcher fué el encargado de dirigir el concurso, secundado por Darbyshire que señalaba los impactos, llenando su cometido a satisfacción de todos. Los blancos y cartones que se utilizaron eran circulares y de las mismas dimensiones que los usados en el famoso tiro de Wimbledon.
Por la noche, en el local del Club, en el pueblo, se sirvió una banquete ofrecido por los miembros de la Comisión, al cual asistió un regular número de caballeros, brindándose en honor del Presidente de la República, Nicolás Avellaneda y del Ministro de Guerra, Adolfo Alsina, que estaba representado por el jefe de las fuerzas de la Frontera del Oes te, coronel Lagos.
El coronel Lagos, asimismo, contestó los brindis, haciéndolo en honor de la reina de Gran Bretaña y de los británicos y por el señor St. John, cuya ausencia se lamentaba.
También se brindó por los señores Darbyshire y Fletcher, por las damas del pueblo de 9 de Julio, por el juez de Paz, por los amigos ausentes y por los primeros pobladores de la región. Horas después la concurrencia ocupó el salón de baile, y en uno de los intervalos una de las damas presentes le hizo entrega a los triunfadores del día de los premios obtenidos. La animación se mantuvo hasta una hora avanzada, concluyendo así ese día agradable que ha quedado marcado como uno de los primeros hitos deportivos en la historia de 9 de Julio.
BIBLIOGRAFIA Y FUENTES
A continuación señalaremos las fuentes bibliografía consultada que corresponden a las tres partes de este artículo:
– Buenaventura N. Vita, Crónica Vecinal de Nueve de Julio. 1871-1877, parte inédita.
– Album “El Orden”, edición especial, octubre de 1938.
– Archivo de Publicaciones Periodísticas “Escribano Ricardo Germán López” del Diario EL 9 DE JULIO.
– Colección «The Standard». Biblioteca «Max von Buch.» de la Universidad de San Andrés.
– Resumen de la foja de servicios militares del señor coronel H. Lagos, desde el 10 de abril de 1856 hasta el 10 de abril de 1893, Buenos Aires, Ejército Argentino, 1893.
– «Un héroe olvidado. El coronel don Hilario Lagos», en Revista “Caras y Caretas”, Buenos Aires, 6 de julio de 1935.
– José Viale Avellaneda, “Los comienzos del tiro” en Diario “La Nación”, Buenos Aires, 19 de abril de 1925.
– Carlos Antonio Moncaut, Coronel Hilario Nicandro Lagos. 1840-1895. Una vida olvidada de luchas y sacrificios, Buenos Aires, Ministerio de Economía de la Provincia, 1979.
– Eduardo Gutiérrez, Croquis y siluetas militares. Escenas contemporáneas de nuestros campamentos, Buenos Aires, Editorial Hachette, 1956.
– Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930), Buenos Aires, Editorial Elche, 1975, tomo IV.
– Jacinto R. Yaben, Biografías Argentinas y Sudamericanas, Buenos Aires, Editorial Metrópolis, 1939, tomo III.
– Leonardo Canciani, “Formación, trayectoria y perfiles de los jefes militares de la frontera bonaerense (de la postindependencia a la consolidación estatal)”, en “Claves. Revista de Historia”, VOL.6,N°11, MONTEVIDEO, julio-diciembre de 2020, doi: 10.25032/crh.v6i11.11.
– Leonardo Canciani, “Aportes para el estudio de las resistencias al servicio miliciano en la campaña bonaerense: los personeros de nueve de julio (segunda mitad del siglo XIX)”, en Anuario IEH, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Humanas, Instituto de Estudios Histórico-Sociales “Prof. Juan Carlos Grosso”, n° 29 y 30, 2014-2015.
– Juan Bautista Leoni, Diana Sandra Tamburini, Teresa Acedo y Graciela Scarafía, “El estado de miseria en que se hallaba entonces la oficialidad del Fuerte Paz…”: Narrativas discordantes en torno a las condiciones de vida en el Fuerte General Paz (Frontera Oeste de Buenos Aires, 1869-1877); en Revista “Tefros”, Universidad Nacional de Río Cuarto. Facultad de Humanidades; n° 20; 1; enero de 2022.
– Juan Bautista Leoni, Diana Sandra Tamburini, Teresa Acedo y Graciela Scarafía , “Fortificando el desierto: La transformación del paisaje pampeano en el territorio del actual partido de Carlos Casares, 1869 – 1877”, en “Anuario de Arqueología”, n° 5, Universidad Nacional de Rosario, Departamento de Arqueología, Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, 2013.